CAPÍTULO
43: Las Cinco Brujas
Volví la mirada hacia Ayerai, que
continuaba en el suelo, pero según parecía la poción curativa estaba haciendo
su efecto. Me incorporé lentamente, y me dirigí hacia él, sin soltar a Eric. Me
arrodillé junto a su cuerpo, con una sonrisa en la boca. Habíamos conseguido
salvarle, después de todo ambos estaban vivos. Las quemaduras en su cuerpo
habían sanado ya casi por completo, sin embargo, seguía sin respirar.
-Ayerai –susurró
Neile moviéndole suavemente-. Despierta. Ayerai, despierta –este
no se movió-. ¡Ayerai!
Los ojos se me llenaron de lágrimas de
nuevo y la sonrisa se borró por completo.
-Debería funcionar –me quejé y levanté
la mirada hacia Neliel-. ¿Por qué no funciona?
-Puede que la poción haya curado las
heridas de su cuerpo –hizo una pausa para que no se le cortara la voz-. Pero si
su corazón ya no late…, no hay nada que hacer.
-¡¿Qué?! ¡No! –replicó Neile-. ¡Tiene
que seguir vivo, no puede morir!
En el momento que Neliel fue a decir
algo un estridente sonido empezó a oírse por toda la plaza de aquel pueblo
desierto. La gente miraba hacia todas partes; yo, por el contrario, clavé la
vista en la gran cantidad de luces anaranjadas que teníamos sobre nuestras
cabezas, que flotaban como si se trataran de pétalos. Entonces comenzaron a
separarse lentamente y fueron desapareciendo.
-¿A dónde van? –musité, asombrada.
-A sus respectivos dueños –contestó
Neliel.
-Pero, si para robar el poder a una
bruja hay que matarle.
-Irán a sus respectivos descendientes,
ellos son sus dueños ahora.
Observé como iban dirigiéndose hacia
todas partes, sin embargo una bajó lentamente hasta introducirse en el cuerpo
de Ayerai. Todos miramos como su pecho se iluminaba, sorprendidos; y
esperanzados. Ayerai empezó a moverse ligeramente, como si estuviera sumido en
una pesadilla.
-Su piel –habló Neile, apartando la
mano-. Está empezando a quemar.
La luz se apagó minutos después.
Aguantamos la respiración por un instante, que se hizo eterno. Y Ayerai abrió
los ojos de golpe, respirando con dificultad.
-¡Ayerai! –Neile se abalanzó sobre él,
abrazándole con fuerza. Y este le devolvió el abrazo-. ¿Te encuentras bien?
-Sí, me encuentro perfectamente, no… –se
calló y soltó un pequeño gemido de dolor.
-¿Qué pasa?
-¡Ah! –se quejó. Puso la mano arriba de
su pecho, casi en el cuello-. Me quema.
Antes de que apartara el cuello de la
camiseta para poder verse el torso yo me miré la muñeca, imaginándome lo que
iba a encontrar. Una estrella de cinco puntas, exactamente igual a la que yo
tenía, se había creado en su pecho.
-Vaya –exclamó, y volvió la mirada hacia
mí-. Es incluso más doloroso de lo que me imaginaba.
Me miré la muñeca de nuevo, impresionada
por lo que acababa de pasar. Y aliviada de no ser la única que hacía que el
resto de los brujos y brujas continuaran con vida.
-Impresionante –musitó Neliel-. Eres una
de las Cinco Brujas. Habitualmente el poder solo se manifiesta en mujeres,
pero, claro, en tu familia solo hay hombres.
Ayerai se incorporó ligeramente y arqueó
una ceja.
-¿Una de las Cinco Brujas? Suena raro,
soy un brujo. Habrá que cambiarle el nombre o algo –dijo con una sonrisa.
Me reí y le di un golpe amistoso en el
hombro.
-Te has quitado un peso de encima,
¿verdad? –adivinó.
-No sabes cuanto.
-Neliel –habló la voz de Phoebe, que iba
acompañada por Simon-. ¿Qué hacemos con ellos?
Esta se levantó y rodeó la plaza con la
mirada, observando los cuerpos por todo el alrededor.
-Habrá que hacer que desaparezcan.
Oímos un grito a nuestras espaldas y nos
volvimos para observar cómo Cameron sujetaba a Dania por el cuello.
-¡Defixi!
–escuchamos la voz de Doman y Cameron cayó al suelo, inmóvil.
-Haced que todos desaparezcan –ordenó
Neliel-. Sin embargo, los más jóvenes todavía parecen estar vivos, no estaban
tan vinculados con el poder que tenían.
-Pues yo me encargo de él –dijo Ayerai
mientras se levantaba del suelo.
-Quieto, Ayerai –le paró Neliel-.
Pensaremos qué haremos con ellos, pero no les atacaremos. Ahora no tienen
poderes.
Hizo caso omiso y se dirigió hacia
Cameron.
-Ayerai –Neile le cogió por el brazo
para frenarlo-. No hagas nada.
-Ese tío casi te mata, Neile –dijo
mirando a este con odio, y la recordé a ella sangrando en el suelo-. No pienso
quedarme quieto.
Neile le miró seriamente. Finalmente él
soltó un suspiro de rendición y cedió.
-¿Y qué haremos con ellos? –preguntó a
Neliel.
-No lo sé todavía –respondió esta-.
Primero haremos desaparecer al resto.
Fueron haciendo desaparecer todos
aquellos cuerpos, excepto a los más jóvenes. Además, aquel hechizo tan solo
funcionaba con un cuerpo inerte, no podías hacer desaparecer a alguien con
vida. Al otro lado de la plaza Neliel había reunido a los miembros más jóvenes
de la Inquisición.
-¿Qué es lo que está haciendo? –preguntó
Eric.
Me encogí de hombros y negué con la
cabeza.
-Vamos –dije mientras me incorporaba.
Cuando llegamos hasta el grupo de gente escruté
el rostro de aquellas personas, probablemente el más mayor de ellos no pasaría
de los veinte años.
-Creo que no deberíamos andarnos con
rodeos –comentó Doman-. Tal vez si los dejamos con vida vuelvan a unirse.
-Eso sería imposible, no pueden volver a
conseguir poderes. Da igual que maten a nadie –se adelantó a añadir-.
Seguramente podríamos dejarlos y…
-No –dijo seriamente Ayerai-. No podemos
dejarlos como si nada de esto hubiera pasado. Han matado a muchos de los
nuestros durante años.
-A lo mejor podríamos encerrarlos –opinó
Dania-, meterlos en Tellius.
-Eso es una cárcel solo
para magos –dijo Mayara.
-¿Y si les borramos la
memoria? –inquirió Neile-. Que olviden todo lo relacionado con la Inquisición y
la magia.
-Sabes que ese hechizo es
muy peligroso, puedes causarles daños en el cerebro.
-Pues que lo haga Samira,
ella debería tener el poder suficiente para hacerlo sin problemas –se volvió hacia
mí y me observó unos segundos-. Bueno, tal vez esté un poco débil para hacerlo,
pero…
-Es peligroso, Neile. Creo
que deberíamos dejarles que se vayan, ya no tienen poderes, se puede decir que
son inofensivos.
-¿Inofensivos? –se quejó
Ayerai-. Tal vez no tengan poderes, pero nos pueden atacar de cualquier otra
forma.
-Escuchad –habló Neliel, dirigiéndose a
ellos-. Os dejaremos marchar, pero con la condición de que no volváis a hacer
daño a ninguno de nosotros, nunca.
-Pero, ¿qué dices, Neliel? –repuso de
nuevo Ayerai.
-Les dejaremos ir.
-¿Te has vuelto loca?
-Podrían intentar matarnos de nuevo –se
unió Doman-. Acabemos con ellos y ya está.
-No haremos eso, no les atacaremos.
Porque no somos como ellos, ¿acaso vosotros pensáis que sí?
-¡No! –replicaron ambos a la vez.
-Pues entonces estamos todos de acuerdo.
Les dejaremos marchar siempre y cuando cumplan la condición.
-Si no es así –añadió Doman dirigiéndose
a ellos-. Ya no habrá más rodeos. Está claro, ¿no?
Ellos asintieron, cabizbajos. Ayerai
soltó un suspiro, dejando ver su total desacuerdo.
-De acuerdo, una vez todo aclarado, os
llevaremos a vuestra casa.
-Yo no lo pienso hacer –dijo Doman.
-Yo me encargaré –se ofreció Dania.
-Yo iré con ella –se unió Mayara.
Fueron llevando uno a uno a sus
respectivas casas, según Ayerai, sería una buena forma de tenerlos controlados,
por si acaso se saltaban la condición impuesta.
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